Los niños tienen DERECHOS, tienen derecho a jugar, a
expresarse, a tener una vida digna, a recibir una educación que fomente la paz,
a tener un número y una IDENTIDAD... y con respecto a este último derecho
hablaremos a continuación.
Es evidente que la identidad evoluciona y que conocernos a
nosotros mismos no es tan sencillo. Por lo tanto seguramente este concepto sea
de los más importantes y complicados en la vida del niño y del adulto. Cuando
hablamos de identidad, nos referimos a; un nombre, sexo, género,
características físicas, sentimientos y movimientos. En conclusión, todo lo que
conforma a los individuos. Y como maestros o futuras maestros debemos trabajar
y dar las pautas necesarias a nuestros alumnos para descubrirse a ellos mismos.
Y de nuestro trabajo nacerá su autoconcepto (positivo o negativo).
Hasta los seis meses de vida, el bebé no tiene conciencia de los límites físicos de su cuerpo. Es decir, aún se siente unido físicamente a su madre. Y, aunque hacia los dos meses de vida es capaz de fijar la mirada, distinguir entre diferentes estímulos, emitir la sonrisa social, y comenzar a canturrear, el pequeñín aún no sabe que su madre y él son dos personas diferentes.
Es a partir de los seis o siete meses cuando el bebé empieza a desarrollar el sentido de sí mismo como entidad física separado de su madre. A partir de este momento empieza a tener capacidad para darse cuenta de que él tiene una mente y los demás, otra. A partir de este momento evolutivo, es capaz de compartir el foco de atención. Esto es, cuando el adulto le señala un objeto, el bebé mira la mano del adulto y seguidamente mira al objeto. Y después vuelve a mirar al adulto.
La construcción de la identidad
En esta construcción de significados que hacen los adultos del mundo del bebé, también le hablan sobre él. Es decir, le dicen cómo es él, si es un niño valiente, si es un niño bueno, si es un niño listo, etc., y esto contribuirá a que el pequeño vaya creando su identidad.
En este proceso se están constituyendo dos partes muy importantes: por un lado su identidad (quién es) y por otro lado su auto-imagen (quién cree que es).
La imagen de uno mismo es muy importante. Tanto niños como adultos necesitan mantener un estado de bienestar y estabilidad respecto a la imagen de sí mismo.
Gran parte de la identidad de la persona se constituye en función de la imagen que las personas significativas le hayan devuelto.
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